Instrucciones para ser un coyote (primera parte)
ENRIQUE ENRIQUEZ
Ayer me sorprendió escuchar a un cuervo a una cuadra de mi casa, cuando venía de vuelta de recoger a mi hijo Matías del colegio. (En Inglés hay una palabra específica para nombrar al graznido del cuervo: "cawing". Así será de misterioso y particular este animal que el vocablo para definir el habla de las simples aves no le basta).
Ustedes deben saber, porque los va a hacer más interesantes, que contando los graznidos que nos echa un cuervo podemos saber qué mensaje quiere darnos.
Diccionario Cuervo:
- Un graznido significa que hay que confiar en uno mismo. Algo así como "Dale, que no viene carro".
- Dos graznidos significan que el mensaje tiene que ver con cooperación. Hay que buscar ayuda, o darla, dependiendo del problema en cuestión. Sólos, no vamos a ningún lado.
- Tres graznidos significan que el mensaje tiene que ver con creatividad: la solución al problema no viene por el camino esperado, sino hay que pensar en lo que los ejecutivos de Pirelli llaman "soluciones transversales".
- Cuatro graznidos significan que el mensaje tiene que ver con mantener las partes en balance, con conservar la estabilidad a toda costa.
- Cinco graznidos significan que el mensaje tiene que ver con diversidad. Hacen falta más factores, más jugadores en el juego.
- Seis graznidos significan que el mensaje tiene que ver con armonía. Esto es, saber conjugar sin conflicto todas las partes en juego.
- Siete graznidos significan que hay que olvidar el pasado y comenzar a pensar en nuevas aventuras.
- Ocho graznidos significan que hay que dejar de pensar, y poner manos a la obra.
- Nueve graznidos significan que hay completar ciclos. Finiquitar asuntos, concluirlos.
NOTA DEL TRADUCTOR: Diez graznidos, o más, significan que uno debe dejar de apretar al cuervo por el cuello.
(Memorizando esa pequeña lista las amigas lectoras tendrán una manera más interesante de romper el hielo en sus primeras citas que la babosa pregunta aquella de "¿Y qué signo es que eres tú?").
El caso es que este cuervo lanzó sus graznidos desde la cornisa del seminario episcopal que está frente a mi casa, avisándome para que le viese cruzar planeando con las alas y las patas extendidas, como en cámara lenta, hasta irse a posar encima de mi edificio. Visto así, de golpe, me recordó a Lee Majors volando en parapente, y eso me produjo un gran alivio, porque en Nueva York sólo hay un cuervo que se parece a Lee Majors volando en parapente cuando se queda estático en el aire: mi amigo Joe Rohden.
Joe y yo solíamos transformarnos en coyotes para darle una vuelta a Central Park. (Imagino que a ustedes esto dejará de parecerles absurdo si les digo que correr como un coyote, orinando mendigos y ladrando a los vendedores de hotdogs, es mucho más barato que ir a un bar de strippers).
Mi amigo Joe y yo solíamos hacer esto una vez a la semana, no importa cómo estuviese la luna, no se dejen engañar por los clichés de Hollywood. (Con esto lo que en realidad quiero decir, es que "Brokenback Mountain" es un bodrio de película). Digo "solíamos" porque la última vez que esto ocurrió, hace apenas unas semanas, a Joe lo capturó la policía de Nueva York. Yo me salvé porque no entendí la seña que Joe me hacía. Me dijo que nos fuésemos a comer pato, y yo, ni corto ni perezoso, me transformé de nuevo en hombre, me puse mis calzoncillos, y me fui en metro a Chinatown, donde hay un lugarcito estupendo en el que por dos dólares cincuenta a uno le sirven un gato que sabe a pato, acompañado de arroz.
Pero resulta que Joe se refería a los patos que abundan en las lagunas de Central Park, patos que no vienen laqueados, sino con plumas y todo. Yo me fui en la línea roja del metro hasta Canal Street, y Joe se quedó cazando patos en la laguna, hasta que alguna trotadora histérica lo vio, y dio el parte a la policía. (La diferencia fundamental entre una caminadora y una trotadora, es el precio. Las caminadoras cobran por hora. Las trotadoras se quedan con la mitad de tus bienes. A las primeras, la sociedad las llama "prostitutas". A la segundas "señoras". Pruebas de laboratorio demuestran que sus alaridos son idénticos).
"The New York Pacos" se echaron tres días para cazar a Joe. Le metieron un dardo en una nalga al pobrecito, que nunca en su vida había usado drogas. Luego lo metieron en una jaula de aluminio, y así, protegido por la histeria de esa gente horrenda que se hace llamar "defensora de animales" lo mandaron a un parque, a varios kilómetros de aquí. La pobre esposa de Joe estaba desolada. (Por mi último comentario, podría parecer que le tengo ojeriza a los ecologistas. Por lo tanto, me parece prudente aclarar que esto es correcto. Ya es hora de que Baygón saque un producto para acabar con esos bichos).
Muy bien, ¿dónde estaba yo? ¡Ah! sí... a mi amigo Joe se lo llevaron, dopado y enjaulado, a un parque nacional, "Upstate New York".
Ustedes se preguntarán por qué Joe no se transformó de nuevo en hombre, allí delante de todos, para evitarse el viajecito. La verdadera razón es que la prensa se metió en el asunto. Al pobre Joe Rohden lo sacaron en T.V., en los periódicos, la radio y la Internet, en una "Coyotecam". Como ya les expliqué, para transformarte en coyote es preferible desnudarse primero. Esto no es estrictamente necesario, pero la verdad, es difícil correr como coyote con los bluyines puestos. Además, se ve ridículo, impropio de la dignidad animal. El pobre Joe no se transformaba, porque iba a quedar "en pelotas" frente a los ojos amarillentos de tanto periodista amarillista que hay en esta ciudad. Cuando un hombre tiene mujer e hijos, no puede permitirse tal vergüenza pública.
Así que mi amigo Joe Rohden se dejó llevar al parque, y se entretuvo allá con una coyota que resultó ser una instructora de pilates transfigurada. Cuando la coyota comenzó a jugar a la casita (un instinto al parecer presente en todas las féminas del reino animal), Joe se transformó en cuervo, y se vino volando a verme, para que le prestara unos interiores limpios, un par de medias, camisa, pantalón y zapatos, antes de irse a su casa, a calarse el aguacero que le iba a echar su mujer.
Por ahora, nuestras excursiones coyotescas están prohibidas. No hay coyote que valga cuando una esposa saca los colmillos. Sin embargo, para aquellos que se animen a intentarlo, aquí les explico un modo fácil de transformarse en coyote. Sólo recuerden dos cosas:
- Cada quien come basura a su propio riesgo.
- Cuando un lunar camina, es una pulga.
Aquí vamos:
(Hmmm... un minuto... Me doy cuenta que muchos de ustedes se estarán imaginando que yo estoy mamando gallo. Sentirán que ustedes viven en una sociedad evolucionada, que dejó atrás la necesidad de magia y superó la superstición. Creerán que una sociedad como esta, que puede meter videos de Shakira en un telefonito, o producir masivamente cosas nunca antes soñadas por el género humano, como los Nachos con sabor a pizza, está a años luz de los artesanos de Benin, por ejemplo, quienes fabrican anillos mágicos para su rey sin tomarle antes la medida del dedo. Esto quiere decir que el rey no puede ponerse el anillo, y tiene que cargarlo, o bien colgado en el cuello, o en una bolsa, o incluso llevar consigo a un lacayo cuyo único oficio es cargar el anillo por él. Todo esto, porque la utilidad del objeto no es tan importante como el poder que tenerlo le confiere. Una absoluta superstición... no muy distinta de manejar un Hummer o una Autana en plena ciudad; y tan supersticioso como vestirse de Prada o Tommy Hilfigher. Pensar que la obra de un infeliz como Tunick vale más que las fotos de cualquier gozón en Playa parguito es también superstición; del mismo modo que pagar el doble del precio por un whisky, sólo porque tiene dorado en la etiqueta. Creer que si uno se saca un título está más preparado, o que si se muda con el marido perfecto al apartamento perfecto será feliz, es superstición. Ya no creemos en enanitos barbudos que viven en los bosques guardando ollas de oro, pero creemos en el "Marketing", la publicidad, la prensa, los atletas, las celebridades y el éxito. Me pregunto si nuestras supersticiones nos hacen más inteligentes, o más estúpidos.)
Ahora sí, aquí vamos.
PREPARATIVOS: Lo primero que hay que hacer, es familiarizarse en lo posible con el coyote: su forma, su aspecto, sus hábitos. Si es posible, verlo en vivo y hasta tocar uno. (ADVERTENCIA: contrario a lo que pueda pensarse, el proceso no se acelera si un coyote te muerde. Cuando un coyote te muerde, no te trasnformas en coyote, sino en paciente de emergencias).
PRIMERA FASE:
La clave de todo esto está en desarrollar la capacidad de acoplar la imaginación a la realidad. Antes de intentar hacer esto con un coyote entero, hagamos un ejercicio de calentamiento.
Si les pido por ejemplo que miren la palma de su mano extendida, que cierren los ojos e imaginen su mano extendida, tal como está en realidad, el proceso es relativamente simple. Hagan esto hasta que no halla ninguna diferencia entre la mano real, y la mano imaginaria; hasta que abrir y cerrar los ojos no modifique nada.
Si les pido que ahora imaginen una bolita de goma roja flotando sobre la palma de su mano imaginaria, esto también es sencillo. Háganlo. Cierren los ojos, e imaginen en todo detalle una pelotita de goma roja flotando sobre las líneas que se cruzan en la palma de su mano. Cuando la tengan claramente visualizada, abran los ojos. Vean cómo ahora, abrir y cerrar los ojos implica hacer aparecer y desaparecer la bolita roja que flota sobre su mano.
La cosa se complica, y requiere de más práctica, cuando les pido que abran los ojos, e imaginen la bolita de goma roja flotando sobre su mano real. Que la VEAN con sus ojos abiertos, aunque no exista. Debemos lograr, de nuevo, que la imagen real y la imagen imaginada se acoplen a la perfección, sin diferencias ni saltos. Practiquen esto al punto que la imagen imaginaria de su mano con una bolita roja flotando encima, sea idéntica a la vision real.
Ahora, cierren su mano.
¿Sienten cómo la bolita imaginaria, presiona la piel de su mano real, cerrada confortablemente en un puño?
¿No? Bueno. Practiquen...
Cuando lo logren, avísenme, y les enviaré la segunda parte de este texto.
Un abrazo,
Enrique Enriquez (IM)
Ayer me sorprendió escuchar a un cuervo a una cuadra de mi casa, cuando venía de vuelta de recoger a mi hijo Matías del colegio. (En Inglés hay una palabra específica para nombrar al graznido del cuervo: "cawing". Así será de misterioso y particular este animal que el vocablo para definir el habla de las simples aves no le basta).
Ustedes deben saber, porque los va a hacer más interesantes, que contando los graznidos que nos echa un cuervo podemos saber qué mensaje quiere darnos.
Diccionario Cuervo:
- Un graznido significa que hay que confiar en uno mismo. Algo así como "Dale, que no viene carro".
- Dos graznidos significan que el mensaje tiene que ver con cooperación. Hay que buscar ayuda, o darla, dependiendo del problema en cuestión. Sólos, no vamos a ningún lado.
- Tres graznidos significan que el mensaje tiene que ver con creatividad: la solución al problema no viene por el camino esperado, sino hay que pensar en lo que los ejecutivos de Pirelli llaman "soluciones transversales".
- Cuatro graznidos significan que el mensaje tiene que ver con mantener las partes en balance, con conservar la estabilidad a toda costa.
- Cinco graznidos significan que el mensaje tiene que ver con diversidad. Hacen falta más factores, más jugadores en el juego.
- Seis graznidos significan que el mensaje tiene que ver con armonía. Esto es, saber conjugar sin conflicto todas las partes en juego.
- Siete graznidos significan que hay que olvidar el pasado y comenzar a pensar en nuevas aventuras.
- Ocho graznidos significan que hay que dejar de pensar, y poner manos a la obra.
- Nueve graznidos significan que hay completar ciclos. Finiquitar asuntos, concluirlos.
NOTA DEL TRADUCTOR: Diez graznidos, o más, significan que uno debe dejar de apretar al cuervo por el cuello.
(Memorizando esa pequeña lista las amigas lectoras tendrán una manera más interesante de romper el hielo en sus primeras citas que la babosa pregunta aquella de "¿Y qué signo es que eres tú?").
El caso es que este cuervo lanzó sus graznidos desde la cornisa del seminario episcopal que está frente a mi casa, avisándome para que le viese cruzar planeando con las alas y las patas extendidas, como en cámara lenta, hasta irse a posar encima de mi edificio. Visto así, de golpe, me recordó a Lee Majors volando en parapente, y eso me produjo un gran alivio, porque en Nueva York sólo hay un cuervo que se parece a Lee Majors volando en parapente cuando se queda estático en el aire: mi amigo Joe Rohden.
Joe y yo solíamos transformarnos en coyotes para darle una vuelta a Central Park. (Imagino que a ustedes esto dejará de parecerles absurdo si les digo que correr como un coyote, orinando mendigos y ladrando a los vendedores de hotdogs, es mucho más barato que ir a un bar de strippers).
Mi amigo Joe y yo solíamos hacer esto una vez a la semana, no importa cómo estuviese la luna, no se dejen engañar por los clichés de Hollywood. (Con esto lo que en realidad quiero decir, es que "Brokenback Mountain" es un bodrio de película). Digo "solíamos" porque la última vez que esto ocurrió, hace apenas unas semanas, a Joe lo capturó la policía de Nueva York. Yo me salvé porque no entendí la seña que Joe me hacía. Me dijo que nos fuésemos a comer pato, y yo, ni corto ni perezoso, me transformé de nuevo en hombre, me puse mis calzoncillos, y me fui en metro a Chinatown, donde hay un lugarcito estupendo en el que por dos dólares cincuenta a uno le sirven un gato que sabe a pato, acompañado de arroz.
Pero resulta que Joe se refería a los patos que abundan en las lagunas de Central Park, patos que no vienen laqueados, sino con plumas y todo. Yo me fui en la línea roja del metro hasta Canal Street, y Joe se quedó cazando patos en la laguna, hasta que alguna trotadora histérica lo vio, y dio el parte a la policía. (La diferencia fundamental entre una caminadora y una trotadora, es el precio. Las caminadoras cobran por hora. Las trotadoras se quedan con la mitad de tus bienes. A las primeras, la sociedad las llama "prostitutas". A la segundas "señoras". Pruebas de laboratorio demuestran que sus alaridos son idénticos).
"The New York Pacos" se echaron tres días para cazar a Joe. Le metieron un dardo en una nalga al pobrecito, que nunca en su vida había usado drogas. Luego lo metieron en una jaula de aluminio, y así, protegido por la histeria de esa gente horrenda que se hace llamar "defensora de animales" lo mandaron a un parque, a varios kilómetros de aquí. La pobre esposa de Joe estaba desolada. (Por mi último comentario, podría parecer que le tengo ojeriza a los ecologistas. Por lo tanto, me parece prudente aclarar que esto es correcto. Ya es hora de que Baygón saque un producto para acabar con esos bichos).
Muy bien, ¿dónde estaba yo? ¡Ah! sí... a mi amigo Joe se lo llevaron, dopado y enjaulado, a un parque nacional, "Upstate New York".
Ustedes se preguntarán por qué Joe no se transformó de nuevo en hombre, allí delante de todos, para evitarse el viajecito. La verdadera razón es que la prensa se metió en el asunto. Al pobre Joe Rohden lo sacaron en T.V., en los periódicos, la radio y la Internet, en una "Coyotecam". Como ya les expliqué, para transformarte en coyote es preferible desnudarse primero. Esto no es estrictamente necesario, pero la verdad, es difícil correr como coyote con los bluyines puestos. Además, se ve ridículo, impropio de la dignidad animal. El pobre Joe no se transformaba, porque iba a quedar "en pelotas" frente a los ojos amarillentos de tanto periodista amarillista que hay en esta ciudad. Cuando un hombre tiene mujer e hijos, no puede permitirse tal vergüenza pública.
Así que mi amigo Joe Rohden se dejó llevar al parque, y se entretuvo allá con una coyota que resultó ser una instructora de pilates transfigurada. Cuando la coyota comenzó a jugar a la casita (un instinto al parecer presente en todas las féminas del reino animal), Joe se transformó en cuervo, y se vino volando a verme, para que le prestara unos interiores limpios, un par de medias, camisa, pantalón y zapatos, antes de irse a su casa, a calarse el aguacero que le iba a echar su mujer.
Por ahora, nuestras excursiones coyotescas están prohibidas. No hay coyote que valga cuando una esposa saca los colmillos. Sin embargo, para aquellos que se animen a intentarlo, aquí les explico un modo fácil de transformarse en coyote. Sólo recuerden dos cosas:
- Cada quien come basura a su propio riesgo.
- Cuando un lunar camina, es una pulga.
Aquí vamos:
(Hmmm... un minuto... Me doy cuenta que muchos de ustedes se estarán imaginando que yo estoy mamando gallo. Sentirán que ustedes viven en una sociedad evolucionada, que dejó atrás la necesidad de magia y superó la superstición. Creerán que una sociedad como esta, que puede meter videos de Shakira en un telefonito, o producir masivamente cosas nunca antes soñadas por el género humano, como los Nachos con sabor a pizza, está a años luz de los artesanos de Benin, por ejemplo, quienes fabrican anillos mágicos para su rey sin tomarle antes la medida del dedo. Esto quiere decir que el rey no puede ponerse el anillo, y tiene que cargarlo, o bien colgado en el cuello, o en una bolsa, o incluso llevar consigo a un lacayo cuyo único oficio es cargar el anillo por él. Todo esto, porque la utilidad del objeto no es tan importante como el poder que tenerlo le confiere. Una absoluta superstición... no muy distinta de manejar un Hummer o una Autana en plena ciudad; y tan supersticioso como vestirse de Prada o Tommy Hilfigher. Pensar que la obra de un infeliz como Tunick vale más que las fotos de cualquier gozón en Playa parguito es también superstición; del mismo modo que pagar el doble del precio por un whisky, sólo porque tiene dorado en la etiqueta. Creer que si uno se saca un título está más preparado, o que si se muda con el marido perfecto al apartamento perfecto será feliz, es superstición. Ya no creemos en enanitos barbudos que viven en los bosques guardando ollas de oro, pero creemos en el "Marketing", la publicidad, la prensa, los atletas, las celebridades y el éxito. Me pregunto si nuestras supersticiones nos hacen más inteligentes, o más estúpidos.)
Ahora sí, aquí vamos.
PREPARATIVOS: Lo primero que hay que hacer, es familiarizarse en lo posible con el coyote: su forma, su aspecto, sus hábitos. Si es posible, verlo en vivo y hasta tocar uno. (ADVERTENCIA: contrario a lo que pueda pensarse, el proceso no se acelera si un coyote te muerde. Cuando un coyote te muerde, no te trasnformas en coyote, sino en paciente de emergencias).
PRIMERA FASE:
La clave de todo esto está en desarrollar la capacidad de acoplar la imaginación a la realidad. Antes de intentar hacer esto con un coyote entero, hagamos un ejercicio de calentamiento.
Si les pido por ejemplo que miren la palma de su mano extendida, que cierren los ojos e imaginen su mano extendida, tal como está en realidad, el proceso es relativamente simple. Hagan esto hasta que no halla ninguna diferencia entre la mano real, y la mano imaginaria; hasta que abrir y cerrar los ojos no modifique nada.
Si les pido que ahora imaginen una bolita de goma roja flotando sobre la palma de su mano imaginaria, esto también es sencillo. Háganlo. Cierren los ojos, e imaginen en todo detalle una pelotita de goma roja flotando sobre las líneas que se cruzan en la palma de su mano. Cuando la tengan claramente visualizada, abran los ojos. Vean cómo ahora, abrir y cerrar los ojos implica hacer aparecer y desaparecer la bolita roja que flota sobre su mano.
La cosa se complica, y requiere de más práctica, cuando les pido que abran los ojos, e imaginen la bolita de goma roja flotando sobre su mano real. Que la VEAN con sus ojos abiertos, aunque no exista. Debemos lograr, de nuevo, que la imagen real y la imagen imaginada se acoplen a la perfección, sin diferencias ni saltos. Practiquen esto al punto que la imagen imaginaria de su mano con una bolita roja flotando encima, sea idéntica a la vision real.
Ahora, cierren su mano.
¿Sienten cómo la bolita imaginaria, presiona la piel de su mano real, cerrada confortablemente en un puño?
¿No? Bueno. Practiquen...
Cuando lo logren, avísenme, y les enviaré la segunda parte de este texto.
Un abrazo,
Enrique Enriquez (IM)
NOTA DEL TRADUCTOR: Este texto fue originalmente escrito en Castellano de Caracas. La ultima vez que revisé, seguía escrito en Castellano de Caracas. Si usted, amigo lector, pertenece a otro país, y encuentra algunos modismos extraños o incomprensibles, ¡Bienvenido a mi mundo! Eso mismo siento yo cada vez que leo a los mexicanos, colombianos, peruanos, puertorriqueños, guatemaltecos (miento, jamás he leído a un guatemalteco), que pueblan los rincones literarios del mundo.
Más abrazos...
3 Comments:
definitivamente hay un estilo enrique enriquez
en caracas crecimos coñaceados...es hora de que nos respeten
el castellano de caracas se lee igual, pero se pronuncia aspirando las eses, lo que termina haciendo jotas...digan jueves en caraqueño y escucharán juevej"
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