BESTIARIO EDITORIAL
Los honorables hermanos Chang, en pleno viaje de “negocios” (dinero es dinero, aunque sea liberal y salvaje) por su China natal, se han visto en la necesidad de cambiar de ramo. Sus actividades en la hostelería han sido suspendidas hasta nuevo aviso, por culpa de una intervención sorpresa que perpetraron en la Trattoría unos agentes del SENIAT. Los individuos (híbrido de Guardia Nacional con gorila, pero armados con calculadoras HP colgadas del cinturón justo al lado del celular) preguntaron que qué cosa sospechosa era esa de un restaurante italiano manejado por chinos, que por qué ese empeño de preparar “tortelones y fetuchinis” en vez de lumpias y sopas de nido de golondrina. Que incluso podían levantar un expediente por incitar a la confusión masiva y otro por traición a las tradiciones revolucionarias milenarias chinas. Que, además, dónde andaban las cuentas, los balances, las columnas del debe y del haber. Y a nosotros la verdad que las cuentas no se nos dan.
En plena fuga, nos llevamos con nosotros un par de gatos y cuatro perros callejeros que teníamos en la cocina –eran excelentes pinches, no vayan a creer que los usábamos para fines inconfesables-, y así, deambulamos durante días, exhaustos y maltrechos, con nuestros animalitos a cuestas. Entonces –¡ay, que brutos!- nos acordamos que existen los centros de conexiones y acudimos al teléfono. Desesperados pedimos consejo a nuestros padrinos protectores, quienes respondieron desde un baño público de Beijing con su tono siempre al más puro estilo del I-Ching: “Como la lluvia llena y se amolda, pronto los hermanos acudirán al llamado. No nos busquen, nosotros los encontraremos”.
Maldormimos varias noches a la intemperie, abrazados a nuestros perros y gatos. Conocimos el olvido y el abandono de nuestros padrinos bajo un puente, lejos del maravilloso mundo de los blogs venezolanos. El mundo se había vuelto un sitio demasiado extraño y, por lo visto, sólo ellos nos quedaban.
Afortunadamente los amigos y las almas caritativas -que se manifiestan cuando menos lo esperamos- se fueron apiadando de nosotros. Y con el paso de los días se nos fueron uniendo al grupo unas ranitas donadas por Armando José Sequera, una pequeña jauría de flemáticas bestias inglesas que tenía por allí Eloi Yagüe, coyotes y cuervos que se sacó de la manga Enrique Enriquez, algún cuerpo sin sombra, rialengo cual gato callejero, regalado por José Tomás Angola, cuatro perros –que aunque picaos están bien finos- nos cedió Alejandro Armas, Roberto Echeto se nos apareció con un loro prodigioso que si te muerde te convierte en hombre-loro, Ron Galante contribuyó con una perrita fina (que aunque no es de género canino, perra y fina sí que es), Joaquín Ortega nos dejó trece principios del celuloide nacional que hacen que mutes en grifo narcoléptico, Sergio Márquez tuvo a bien traernos algunos vestiglos con sabrosas ideas para torturar, Humberto Valdivieso nos regaló unas mariposas del desierto del fin del mundo, el Fósforo Sequera nos trajo tres monstruos de la música, Pedro Uzcanga nos donó un cachalote caribeño, y nada más y nada menos que el maestro Israel Centeno nos dejó un lobo solitario y su conferencia sobre el exilio (porque exiliados estábamos y estamos todos). Por nuestra parte, metimos al corral un cocodrilo que flotaba en el Guaire y algunos seres informes de nuestro futuro, animales mutantes y farmacológicos...
Llegó un punto en el que nos preguntamos: ¿Qué hacemos ahora con este animalero? La respuesta surgió como caída del cielo: “Monten un zoológico y esperen por instrucciones”. Así ordenaron los hermanos Chang en el medio de un callejón mugriento, trajeados de negro y con lentes oscuros. Nos entregaron un portafolio con el dinero y los papeles justos para levantar el nuevo negocio. Antes de que nos diera tiempo de agradecer o hacer más preguntas se esfumaron a toda velocidad reptando por las paredes y saltando techos igualito a los personajes de Hero de Zhang Yimou.
Bienvenidos, pues, al Zoológico de los hermanos Chang, el único en el que las bestias peligrosas andan sueltas, y en el que no importa con qué se alimente a los animales. Es más: mientras más raro sea lo que coman, mejor.
Fedosy Santaella y José Urriola
Guardianes del Zoológico (y testaferros, claro está)
6 Comments:
Los felicito. Realmente lograron reunir un muy variado grupo de monstruos sagrados de la literatura local. Realmente buenos los textos.
Un crítica: Faltó visión de género. Ni un ejemplar hembra hay en este zoológico virtual. Mosca para la próxima, chinos Chang.
Los felicito. Realmente lograron reunir un muy variado grupo de monstruos sagrados de la literatura local. Realmente buenos los textos.
Un crítica: Faltó visión de género. Ni un ejemplar hembra hay en este zoológico virtual. Mosca para la próxima, chinos Chang.
Primero Madagascar, después Vida Salvaje, y ahora este Zoológico de los Hermanos Chang, ya lo decía Jorge Letralía, por aquí huele a plagio involuntario. Pero claro como se trata de chinos, de seguro la copia puede ser mejor que el original, aunque no sepamos quien es mas original que quien. Mejor seguimos revisando los posts, que aunque algunos están mas largos que un Aló Presidente, todos están mas buenos que un lunes libre.
Salud
vaya vaya, que faceta mas interesante, me gusto bastante, asi que estare atento a que mas traes
Habria que procurar que sus grandes jefes tramiten la obtencion de un panda para este zoologico, tarea nada facil pero con sus no muy buenas mañas seguro lo conseguiran, esto para que puedan demostrar ante cualquier funcionario que los chinos si saben de criar especies en cautiverio, por los tallos de bambu para la alimentacion del panda no se preocupen, pues tambien como paqueños roedores , nada dificil de encontrar por estolados.
Felicitaciones y gracias por los buenos ratos
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